Pensar la Amazonía hoy, en medio de tantas situaciones de muerte, dolor y sinsentido, no es cosa fácil. Sobre todo, cuando estamos en un mundo roto en el que la cultura del descarte parece tomarse tantos espacios de nuestras vidas y vejando a nuestra hermana-madre tierra.
Estamos sumidos en guerras, persecuciones y catástrofes ambientales asociadas al modo en que hemos decidido vivir y que debemos reconocer sin miedo y sin ingenuidad. Es por ello por lo que, más allá de solo “pensar” este territorio Amazónico, lo que estamos llamados en estas Navidades es a soñarlo con la esperanza inquebrantable que brota de la nueva vida que es promesa transformadora de toda la historia y que llega desde la fragilidad; una vida que emerge de un vientre de mujer simple y sencilla; una irrupción esperanzadora desde las periferias.
El pesebre en el que nace Jesús, tan aparentemente inapropiado para la llegada de la vida que se sobrepone a todo proyecto de muerte, es un signo convincente de que lo considerado periférico se ha de tornar en la piedra angular de otro proyecto de mundo posible que se va tejiendo poco a poco y que requiere de todas nuestras manos co-creadoras. La Amazonía es un lugar que grita vida en medio de la muerte, que exalta esperanza en medio del dolor que, en sus heridas cotidianas producidas por el deseo irrefrenable de acumular y extraer, es también signo contundente de que es necesario y posible crear otras relaciones. Nuevas relaciones con nosotros-as mismos, con los otros y otras, con todo lo creado que es don de Dios, y con la fuerza superior que para los creyentes es Jesús, y que para muchas comunidades amazónicas se expresa en los espíritus que sostienen la vida de este territorio y en sus culturas.
Como Programa Universitario Amazónico (PUAM), en la convicción de ser llamados en comunión con la Red Eclesial Amazónica, la Conferencia Eclesial Amazónica, con tantas otras instancias eclesiales encarnadas en dicho territorio, y de la mano de la vida y los sueños del buen vivir de comunidades y pueblos que ahí habitan, queremos celebrar que estamos vivos y vivas, que la Amazonía sigue de pie como signo de nuevos caminos posibles y de profundas raíces que permiten contribuir a ese Reino que llega con Jesús.
Gracias por la cercanía y apoyo en este tiempo desde que hemos iniciado el camino como PUAM, gracias a quienes nos han confrontado y cuestionado ayudándonos a crecer, y gracias a todos quienes conforman este sueño de una Amazonía viva que para nosotros-as se hace posible mediante este frágil, pero con profundos horizontes, camino comunitario del Programa Universitario Amazónico. Que el pequeño niño que nace en pesebre de periferia sea razón y causa de más vida y de una esperanza irreductible para cada día y para todos los días.
Mauricio López Oropeza
Director del Programa Universitario Amazónico
Muchas gracias por esta reflexión. Los asesinatos sucesivos de hermanos indígenas en manos de traficantes siguen clamando al cielo. Muchas gracias por el camino comunitario, eclesial y sinodal emprendido. Mucho ánimo para continuar.
Hay que seguir con este tremendo esfuerzo por la vida y el buen vivir
Qué alegría Mauricio por el camino emprendido. Conocí la PUCE el año pasado junto con los compañeros y compañeras del diplomado en DDHH, y ya se nos hablaba de este programa como un camino de diálogo, encuentro y esperanza para la población amazónica, continuamente amenazada y a la que se le intenta precisamente robar la esperanza. Es una luz en medio de la oscuridad…gracias por esa entrega y compromiso!!!