El pasado martes 9 de enero todo Ecuador veía en vivo cómo más de una docena de sujetos armados ingresaba al estudio y tomaba como rehenes a trabajadores y periodistas de un reconocido canal del país. Esto es consecuencia de años de falta de atención a los problemas estructurales del país de parte de los diversos gobiernos de turno.
El ataque al medio de comunicación no se dio como un hecho aislado, sino que es un eslabón más en una cadena de violencia y crimen que se han materializado en la fuga de peligrosos criminales de cárceles de máxima seguridad, atentados terroristas, motines carcelarios, asesinatos, robos y la creciente percepción de Ecuador como un país que se ha arrodillado ante el miedo y la incertidumbre plantada por mafias.
El pasado año, en audiencia con miembros de la Organización de Universidades Católicas de Latinoamérica y el Caribe (ODUCAL), el Papa Francisco se refería, en su discurso por los 70 años de la Organización, a la realidad de América Latina, en donde además de referirse a desigualdad como una “herida dolorosa”, se refirió a la pobreza y la desigualdad como “llagas que se profundiza en lugar de aliviarse”.
Las palabras del Sumo Pontífice expresan lo que ha condenado a Ecuador a ser el país más violento de la región y que se une a las múltiples y crecientes expresiones de toma de control por parte del crimen organizado, internacional y local, de instancias con responsabilidad de precautelar la paz y aprovechando la grave crisis social que vive el país. Un país en donde la desesperación y el hambre vieron solución, para muchos, en el sicariato, la delincuencia y en el tráfico de drogas. Un país en donde las mafias tienen la libertad de reclutar a niños y adolescentes en sus filas con las promesas de una vida que el Estado debería garantizar.
Hoy, la falta de oportunidades, el abandono de las comunidades más pobres, la corrupción generalizada y la pugna de espacios políticos han condenado al país a una abierta –y ya reconocida– guerra que pone a los más olvidados en una situación de aún mayor vulnerabilidad.
Como PUAM, fieles a nuestra vocación institucional y eclesial para la construcción de paz, la promoción de la justicia y exigibilidad de los Derechos Humanos, nos encontramos atentos para reconocer cualquier situación de riesgo que afecte a la población amazónica, como también a toda la población ecuatoriana que se encuentra en medio de esta crisis nacional, y reiteramos nuestro compromiso por fortalecer el tejido social y las capacidades de la población más vulnerable, así como con el llamado a empoderar a los pueblos para que sean sujetos de su historia. La justicia y la paz son el único camino cierto hacia la estabilidad social y hacia la reconstrucción del tejido social con perspectiva de largo plazo y con miras a construir otro tipo de sociedad en medio de estas realidades cada vez más fracturadas.
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Por: Equipo de Incidencia del PUAM.
Es un momento muy duro para América Latina
Es un momento muy duro que atraviesa el Ecuador y creo que en el mismo camino van los países vecinos, pienso que se deben unir fuerzas entre los países vecinos, un país solo no lo puede hacer, hoy más que nunca necesitamos de unidad entre países porque toca a toda América Latina. En todos está incrustada la violencia como un cáncer que va haciendo su metástasis en todos los estamentos de la sociedad apoyados por la corrupción y la injusticia.